Una víbora vivía cerca de una casa donde todas las tardes observaba cómo los niños jugaban y se divertían, a ella le encantaban los niños, por lo que siempre se acercaba a cuidar que alguna víbora venenosa no ande por allí. Una tarde decidió aproximarse para verlos más de cerca y quizá jugar pero los adultos se asustaron al haberse percatado de su presencia, empezaron a tirarle piedras y palos. Ella cuidaba que las víboras peligrosas no se acerquen a los niños, como también de que no haya plagas como la de los roedores, no entendía cómo los seres humanos jamás notan la diferencia entre las venenosas de las que no y las matan rompiendo el equilibrio biológico. Aunque la víbora entendió que jamás podía jugar con los niños ya que les causaba terror decidió seguir cuidándolos, se divertía con solo verlos a la distancia. La alegría tiene la virtud de ser contagiosa.
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