Había un árbol frondoso que a través del uso de abono sintético llegó a dar muchos frutos y flores que era envidiado y admirado por todos los árboles a los que les gustaría ser como él que mostraba elegancia, fortuna y gracia. Él se sabía muy bello y le gustaba ser popular, hasta los pájaros venían a posar en sus ramas; prefería que ningún otro árbol estuviera cerca para no eclipsar su ser. Pero pasó en un verano muy caluroso que en la zona hubo una gran sequía, los árboles chiquitos, petisitos, marchitos, descascarados, con pocas hojas, con mucho musgo, permanecían juntitos evitando que el sol diese con toda su fuerza en sus hojas, además como el suelo tenía una capa de hojas lo que permitía retener la humedad y poseer buenos nutrientes, el suelo es un organismo vivo que necesita de las hojas para mantenerse fértil, esto hizo que se mantuvieran verdes y soportan mejor el calor; en cambio el árbol bello solitario que se mofaba de su grandeza no pudo soportar los intensos rayos del sol y se secó.
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