Había una vez un zorzal que cantaba todos los días, cantaba tan lindo
que hasta las hormigas dejaban de trabajar para poder escucharlo. El Hornero en
cambio se tapa las orejas, porque de chico sus padres lo mandaron a una escuela
de canto pero lo único que salía de su pico eran unas notas desafinadas.
_ ¿Ay, ya cállate! _ le gritaba desde la puerta de su linda casa de
barro.
El zorzal hacia como que no lo escuchaba y seguía cantando. Un día el Hornero preparo unas bolas de barro para arrojárselas al zorzal cuando este cantase.
Así pasó, le acertó en el pico y el zorzal cayó en picada. Angustiando y con
dolor se fue volando para otros lugares donde poder cantar.
Al cabo de unos días, el Hornero se dio cuenta que el canto del zorzal
hacía que el sol brillase mas lindo, era una melodía bella que el por envidia
no supo escuchar, pero ahora que no estaba la extrañaba, y tomó conciencia de
lo malo de su actuar.
Entonces fue a buscar al zorzal.
_Vuelve le dijo, todos los animales extrañan tu canto _
El zorzal le contestó: _ Nunca
voy a poder hacer una casa tan bella como la tuya hornero, no lo sé hacer, no está
en mi naturaleza, pero si cantar, es par lo que he nacido, es lo que me hace
feliz.
_ Si, dijo el hornero, me comporte mal, perdóname, para revertir el
mal que he hecho voy a hacerte una casa para que puedas vivir en el árbol
vecino.
Y así el horneroy el zorzal se hicieron grandes amigos.
Pablo Martín Gallero
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