En una pradera vivían muchas ovejas con tranquilidad y felicidad. Pero
algo estaba pasando en el grupo, cada tanto desaparecía una oveja. Lo raro es
que nadie sabía lo que estaba pasando, porque no había lobos por esos lugares.
Una tarde la oveja líder fue a consultar al oso sabio que vivía en una larga
cueva.
_ Permiso dijo la oveja _
_ Anda pasa, no tengas miedo, no te hare daño, vivo de la gratitud de
los animales; ¿qué te trae por aquí?_
La oveja dejo un pescado en el suelo y le preguntó_ hace mucho que cada
semana desaparece una oveja del grupo y nadie sabe porque, podrías tener alguna
idea de lo que está sucediendo en el rebaño._
_ ¡Nada es lo que parece! _ Contestó el Oso_ hace mucho oí hablar de
un lobo que se vestía de oveja y cuando todas dormían se llevaba una; dicen que
como las ovejas eran tan egoístas, no se dieron cuenta que su vecina estaba
desapareciendo, y fue así que no quedó ninguna.
_ ¿Qué puedo hacer para que esto no nos pase? ¿Cómo me doy cuenta que
hay un lobo dentro del grupo?
_ Tienes que prestar atención a lo que hace cada oveja, verás que si
levantas la vista por un rato, te darás cuenta que al árbol se lo conoce por
sus frutos, nunca has visto a un lobo comer pasto ¿o sí? Además fíjate e la
mirada, los ojos son espejos del alma.
Agradecida por los consejos la oveja emprendió el viaje de regreso.
Cuando llegó al rebaño no dijo nada a nadie y se puso a observar. En poco
tiempo se percató de que había una oveja que se pasaba oliendo a las demás, que
no comía pasto, y que tenía una mirada que daba miedo. Entonces busco a sus
hermanos, el plan era que esa noche iban a hacer un traje de un oso, pues los
lobos le temen. Cuando se hizo la noche esperaron a que una oveja se levantase,
sabían que esa sería el lobo dispuesto a hacer sus fechorías, en ese momento
aparecieron 5 ovejas una encima de la otra, con un traje de oso. Tanto miedo
dio al lobo que corrió sin parar y nunca más regresó. Y así gracias el valor y
astucia de las ovejas que enfrentaron el problema volvió la paz al rebaño.
Pablo Martín
Gallero