Juan era un hombre que le encantaba cazar, todo bicho que camina a de
parar al asador siempre decía. Cargaba su escopeta y se internaba en la selva,
de regreso siempre traía una presa en mano. Así pasaron los años, fotos con sus
capturas eran colgadas en la pared de su casa.
Fueron varios los días en las que volvió sin poder cazar nada, se dio
cuenta que algo estaba pasando a la selva. El siempre se considero un
controlador de plagas, parte de la cadena de alimentación, pero las cosas habían
cambiado, cada vez había menos selva, menos alimento para los animales y por lo
tanto su cantidad había disminuido, además de haber más cazadores merodeando
por ellas. Se percató que los arroyos estaban sucios por la erosión de las
tierras que antes fueron selvas, de que había pocos peces por los químicos que
iban a aparar a los arroyos, había menos abejas que antes al aumentar los agrotóxicos
y al disminuir la cantidad de flores, muchos monocultivos que como espantapájaros
gigantes expulsaban a todos los animales de su perímetro, a su mente vino la
imagen del niño de un barrio que había dado con su honda a un picaflor, y que
lo mostraba orgulloso a sus amigos, no había diferencia con él.
Fue así como decidió cambiar su escopeta por una cámara de fotos, y en
vez de matar a los animales, los empezó a estudiar, vio que el tapir era un
buen nadador, que los jabalís andan en jaurías y que siempre protegen a las
crías mas chicas, vio que la madre de un monito hacía todo lo posible por
conseguirle alimento a su cría, probó la miel de la yateí, se encontró con un
timbó gigante que tendría más que doscientos años donde vivía una arpía, así
muchos casos interesantes mas.
Buscaba en internet información sobre los animales que había visto,
descubrió que tan fascinante como disparar una bala sobre el lomo de un venado,
era disparar una foto a un águila en vuelo o a un pecarí corriendo, y que era más
difícil y meritorio mantener con vida a un oso hormiguero que cazarlo. Conoció
mucha gente que se preocupaba por la flora y la fauna del lugar, se contactó
con ellos, aprendió mucho, y enseño mucho. Descubrió otro fascinante mundo, del
reino animal, dándose cuenta de tanta belleza que abunda en la selva, y como se
le pasaba desapercibida cuando estaba concentrado en cazar.
Pablo Martín Gallero